Cuenta la historia, que en el principio de los tiempos las bestias rondaban la tierra. Solo un animal permanecía indefenso en comparación de los demás, era un animal al que todos llamaban: “el hombre”.
Todos los animales sintieron pena por el hombre, de modo que organizaron una ceremonia alrededor del gran fuego de la vida. Todos los animales, incluido el hombre, se encontraban allí. El gran búho sabio le dijo al hombre: ¿Que necesitas para poder sobrevivir?, a lo cual el hombre respondió: ¡Fuerza!; y la fuerza se le fue otorgada.
¿Que más necesitas?, le preguntó el búho, ¡Rapidez!, dijo el hombre. ¿Qué más necesitas?, preguntó nuevamente el búho, ¡Inteligencia!, dijo el hombre.
Todo fue pidiendo, y todo se le fue otorgado en el transcurso de la noche.
Cuando las cenizas del fuego comenzaban a apagarse, todo se le fue entregado al hombre; fue entonces cuando el gran búho dijo: Ya nada podemos darte, todo ahora es tuyo. El hombre con fuego en la mirada dijo: ¡¡quiero tu conocimiento!!... El búho lo miró, y tristemente dijo: El conocimiento no se regala ni se otorga, se gana; y se lo gana uno mismo.
En ese momento, un gran agujero se creó en el pecho del hombre, un agujero de una gran negrura en lo que alguna vez había sido su blanca alma pura, un agujero que lo acompañaría durante toda su vida.
Todos tenemos un agujero negro en nuestras almas, un agujero que ansía conocimiento y tiene sed de sabiduría… Nuestra más grande batalla es con nosotros mismos, y la única forma de borrar ese horrible agujero es deseándolo de corazón, la única forma de borrarlo es siendo puro de corazón, para así de esa forma lograr purificar nuestra alma…